Daniel Goleman, con su famoso libro Inteligencia emocional, puso de manifiesto cómo las personas que se sienten más felices son las que saben identificar y manejar sus emociones.

Una persona con éxito no es aquella inteligente, famosa o millonaria, sino la que lleva la vida quiere y es la persona que quiere ser, aceptándose a sí misma y a sus circunstancias. ¿Hay mayor éxito que este?

¿Qué nos hace felices?

Muchos de nosotros nos educamos bajos principios que suponían cumplir durante nuestra etapa estudiantil una serie de condiciones supuestamente indispensables para lograr el éxito: ser muy obedientes sacar buenas notas…

¿Con qué nos encontramos ahora muchos de los adultos? Con que, a pesar de haber cumplido dichos preceptos, no somos todo lo felices que deseamos.

Según Goleman, una persona feliz es la que:

1. Conoce sus propias emociones.
2. Sabe regular sus emociones.
3. Sabe automotivarse.
4. Sabe reconocer las emociones de los demás.
5. Sabe establecer relaciones con los demás.

Para pensar

¿Cuántos de estos factores tienen que ver con nuestro coeficiente intelectual o con nuestros resultados académicos?

Si tan importante es la inteligencia emocional: ¿quién nos educa emocionalmente?, ¿Dónde se educan las emociones?, ¿Cómo educar emocionalmente a nuestros hijos?

La vida familiar, primera escuela de aprendizaje emocional

Goleman afirma que el impacto del aprendizaje emocional que tiene lugar en el seno de la familia es muy profundo, ya que durante los primeros años de vida se produce un rápido y potente desarrollo.

Los padres y las madres tenemos mucho que ver y que decir ante la vivencia de las emociones de nuestros hijos.

Para que nuestros hijos sean más inteligentes emocionalmente, debemos ayudarles a identificar y manejar sus emociones y plantearles situaciones que favorezcan su capacidad de afrontar los retos de la vida cotidiana.

No hay que olvidar que, como principal modelo de nuestros hijos, debemos cuidar la forma en la que conducimos nuestras propias emociones y reacciones delante de ellos.

Lo más esperanzador es descubrir que la inteligencia emocional se puede desarrollar a lo largo de toda nuestra vida.