El caso
La reciente prohibición, por parte del Parlamento catalán, de las corridas de toros en esa comunidad autónoma, ha hecho resurgir el debate sobre la legitimidad de esta actividad, enfrentando a los que priman el espectáculo y la tradición frente al sufrimiento de los animales.
El fondo
Más allá del debate concreto, que incluye elementos ideológicos y otras consideraciones relacionadas con la coyuntura política nacional, el asunto que está de fondo es el de los derechos de los animales: ¿tienen derechos los animales? Y si es así: ¿son los derechos de los animales algo “escrito” en su propia naturaleza (derechos naturales), o por el contrario, son establecidos por una convención acordada entre nosotros los seres humanos? En este último caso, hay que ponderar si es legítimo su sufrimiento por determinados motivos, y si uno de esos motivos es el de “generar placer”, como podríamos suponer que es el fin de cualquier tipo de “arte” o espectáculo.
En primer lugar, los propios sujetos de los derechos reclamados, los animales, no pueden exigirlos por sí mismos, y, privados de autoconciencia, no reconocen su disfrute (aunque eso no resta que constituyan un beneficio para ellos). Su concesión, por tanto, depende de una decisión tomada entre seres humanos en cualquier caso.
Pero hay quien considera esta concesión un reconocimiento ineludible debido a la propia dignidad del animal (derechos naturales), y hay quien la considera una decisión que puede ser tomada o no en función de los principios que se prefieren para una sociedad (derecho por convención).
En este último caso, si tratamos de valorar la conveniencia o no de estas prácticas (tomando en cuenta el sufrimiento de un ser vivo, pero también la pervivencia y la mejora de las condiciones de vida de un grupo humano, entre otras cosas), es necesario ponderar los posibles beneficios o la inevitable necesidad de algunos actos contra la integridad animal, como pueden ser las pruebas clínicas, frente a otras actividades, que pueden considerarse “lúdicas” y por tanto prescindibles en una sociedad humana: si el desarrollo del “arte” (tal y como la tauromaquia es considerada por sus defensores), justifica el dolor inflingido a estos animales, es decir, si es un motivo “suficiente” que compense su sufrimiento.
El debate
Los derechos de los animales, ¿dependen enteramente de nosotros los humanos? ¿Tenemos responsabilidad moral sobre sus vidas? ¿Se pueden valorar como igualmente necesarios los distintos actos de violencia contra los animales que llevamos a cabo?
Para pensar más:
- Entrevista con Jesús Mosterín, filósofo y defensor de los derechos de los animales
- El alma de los brutos, artículo publicado por Fernando Savater en El País