En estos días se vive en Gran Bretaña un momento de revisión del currículo y el sistema educativo en general, muy poco tiempo después de las reformas del 2007. Tim Oates, miembro de Cambridge Asessment, departamento de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y organización encargada de distintos exámenes y títulos académicos, sostiene que es necesario afrontar este debate mirando al exterior y considerando referentes de prestigio transnacional, y así lo afirma en un reciente artículo (Could do better: Using international comparisons to refine the National Curriculum in England) publicado por su organización. “En los últimos años, se ha producido una pérdida de estabilidad y objetivos debido a las nuevas materias, muchas veces añadidas en respuesta a grupos de presión más que por razones pedagógicas”, afirma el Secretario de Estado de Educación, Michael Gove, en el prólogo del artículo. El artículo nos ha parecido interesante por las reflexiones que puedan hacerse extensivas al caso de las reformas educativas en España, y aquí os ofrecemos un pequeño resumen.
La principal tesis de Oates es que la reforma de la educación debe pasar por analizar las estrategias de los países punteros en este ámbito, pues en las anteriores reformas, al centrarse únicamente en parámetros nacionales, “no se enfrentaron a problemas cronificados y, en cambio, se introdujeron problemas nuevos”. Sin embargo, este análisis no puede suponer la inmediata importación de medidas de otros países sin tener en cuenta las circunstancias particulares de unos y otros, pues esto ya se hizo antes (una “cruda política de préstamo”) sin valorar la verdadera efectividad que podía esperarse en el caso concreto del Reino Unido.
Falta de estabilidad
Según Oates, la falta de estabilidad en el programa educativo es una de las causas del atraso del Reino Unido en cuestiones educativas. El National Curriculum que se trata de reformar ahora fue instaurado en 1998. Mucho antes, a principios de los años 80, había comenzado el proceso de búsqueda de los elementos esenciales del currículo, un “núcleo duro” de contenidos que debían incluirse. Sin embargo, las sucesivas reformas “dispersaron” estas líneas maestras que ahora se trata de recuperar. Estas reformas, concernientes a las materias fundamentales y optativas, la transversalidad, los cambios en la evaluación, etc., han supuesto un esfuerzo enorme para la comunidad educativa, que está siempre “adaptándose” a los nuevos procedimientos sin que nada importante cambie, y han contribuido al descuido de la reflexión de fondo.
Una de las sugerencias para dotar de estabilidad al currículo consiste en eliminar los contenidos muy contextualizados, asuntos específicos de relevancia relativa al momento contemporáneo que obligan a revisar materiales y programas muy frecuentemente. Oates recomienda virar hacia los elementos esenciales de las materias, de modo que el ritmo de cambio disminuya, lo que está demostrado reporta beneficios para profesores y alumnos, además de posibilitar la creación de materiales didácticos bien fundamentados.
Problemas del currículo actual
Otro de los problemas centrales es el exceso de contenidos en el currículo. Este exceso obliga a los docentes a pasar excesivamente rápido a través de ellos, lo que promueve un enfoque “test” de la educación (una lista de temas que hay que ir tachando) y la consiguiente deriva hacia el aprendizaje acumulativo.
El artículo insiste en la diferencia entre contextos y conceptos, pues las últimas reformas han puesto el acento en los primeros, diversificando y diluyendo en exceso los contenidos. Oates hace hincapié en los conceptos fundamentales, respaldados por los estudios teóricos de los 60 en adelante (los conceptos “organizadores”), tales como “metáfora”, “conservación de la masa” u “operaciones fundamentales”, que “facilitan la retención, desarrollan la economía de procesos mentales y apoyan el razonamiento analítico”. Son los que deben constituir el currículo, dejando la especificación de los contextos de aprendizaje al centro o al profesor, que, además, tendrá que adaptarlos a cada alumno. Los contextos deben usarse solo para desbloquear los mecanismos de aprendizaje del alumno en el momento inicial.
Currículo real vs. currículo oficial
El documento insiste también en una distinción clave: la diferencia entre el currículo “real” y el currículo oficial. El primero representa la totalidad de la experiencia del niño en su etapa escolar, e incluye todas las cosas, las enseñadas y las no enseñadas, incluyendo algunos elementos, como la experiencia personal y la social, que no son, ni deben ser, según Oates, evaluados ni “garantizados” por las instituciones. El currículo oficial debe atenerse a dar acceso a todos los niños a un cuerpo de contenidos esenciales, pero no debe intervenir en el resto de los elementos del currículo “factual”.
El ámbito internacional
El foco del debate internacional sobre educación ha recaído en los últimos años en países como Suecia o Singapur, cuyas reformas educativas se asocian con grandes mejoras en tiempos muy cortos. Numerosos expertos e instituciones han colaborado con estos análisis a través de pruebas transnacionales (como la prueba PISA) y la identificación de los elementos clave que caracterizan a estos sistemas sobresalientes.
Pese a que el documento de Oates se basa en proponer una mirada hacia el exterior para fundamentar la nueva reforma, insiste sin embargo en lo inadecuado de “transplantar” sin criterio alguno procedimientos de países exitosos en materia de educación, pues, en primer lugar, los buenos resultados actuales en las pruebas PISA, por ejemplo, responden al sistema o sistemas educativos vigentes durante los 15 años previos a la prueba, que es el tiempo que los alumnos examinados han pasado en el sistema. Las medidas contemporáneas no tienen, de momento, prueba empírica de su efectividad. Por lo mismo, es necesario considerar otros factores de los sistemas líderes en educación, como la antigüedad de la enseñanza obligatoria, los índices de alfabetización o lo consolidado del sistema educativo. En el caso de Finlandia, destino del “turismo educativo”, donde se resalta que las escuelas tienen gran autonomía del poder central, existe un currículo nacional consensuado desde 1881. Las reformas educativas de los 60 pusieron en un primer momento mucho cuidado en controlar los diversos agentes del sistema educativo, de manera que después, cuando ya ha sido consolidado un currículo y un estilo de educación, puede darse autonomía a los centros.