Por Rafael Bisquerra
En la anterior entrada pudimos acercarnos al concepto de la educación emocional y sus principales rasgos distintivos. Hoy expondremos los contenidos que es necesario abordar en el transcurso de una educación emocional adecuada.
Los contenidos de la educación emocional pueden y deben variar según el nivel educativo de los destinatarios. Lógicamente, según la edad y la formación previa, se profundizará más o menos en ciertos aspectos y competencias.
Sin embargo, pueden establecerse algunas áreas de contenidos comunes a todos los niveles, como «grandes temáticas» de la educación emocional:
- Conocer el marco conceptual de las emociones, los fenómenos afectivos (emoción, sentimiento, afecto, estado de ánimo, trastornos emocionales, etc.), los tipos de emociones (emociones positivas y negativas, emociones básicas, emociones ambiguas, emociones estéticas, etc.). Conocer las características las emociones principales: miedo, ira, ansiedad, tristeza, vergüenza, aversión, alegría, amor, humor, felicidad, etc.
- Conocer la naturaleza de la inteligencia emocional con sus aplicaciones para la práctica, es decir, las relaciones entre la inteligencia emocional y las competencias emocionales.
- La conciencia emocional consiste en conocer las propias emociones y las emociones de los demás. Esto se consigue a través de la autoobservación y de la observación del comportamiento de las personas que nos rodean.
- La regulación emocional probablemente sea el elemento esencial de la educación emocional. Es muy importante no confundir la regulación (y otros términos afines: control, manejo, gestión) con la represión. Aprender a regular las emociones en situaciones críticas es esencial para las buenas relaciones interpersonales y para el bienestar personal y social. La tolerancia a la frustración, el manejo de la ira, la capacidad para retrasar gratificaciones, las habilidades necesarias para afrontar en situaciones de riesgo, el desarrollo de la empatía, etc., son componentes importantes de la autorregulación. Algunas técnicas concretas para ello son: introspección, diálogo interno, control del estrés (relajación, meditación, respiración), autoafirmaciones positivas, asertividad, reestructuración cognitiva, imaginación emotiva, etc.
- La autonomía emocional es un paso más de la regulación. Dentro de la autonomía se incluyen una serie de conceptos personales como autoestima, autoconfianza, autoeficacia, automotivación, etc. La autonomía está en un difícil equilibrio entre la dependencia emocional y la desvinculación afectiva. Se trata de formarse para conseguir este equilibrio, que permita una sensibilidad ante los problemas (empatía, amor, compasión), al tiempo que se abordan con asertividad y determinación.
- Las competencias sociales constituyen un conjunto de comportamientos que facilitan las relaciones interpersonales. Las relaciones sociales están entretejidas de emociones. La escucha activa y la empatía abren la puerta a actitudes prosociales, que se sitúan en las antípodas de actitudes racistas, xenófobas o machistas, que tantos problemas sociales ocasionan. Estas competencias sociales predisponen a la constitución de un clima social favorable al trabajo en grupo, productivo y satisfactorio.
No hay que olvidar que la finalidad de la educación emocional es el bienestar personal y social. Pero orientar y educar para el bienestar implica también hacerlo para su contrario: el malestar es inevitable y puede presentar múltiples formas (miedo, ira, tristeza, frustración, dolor, enfermedad, muerte de personas queridas, etc.). Una educación que realmente prepare para la vida debe tomar en consideración las competencias que permitan afrontar mejor los retos de la vida.