Este libro se acerca a la educación desde el ángulo de su fragilidad en un intento de demostrar, por un lado, que solo funciona a través de relaciones de comunicación e interpretación, de interrupción y respuesta. Por otro, que esta fragilidad es importante si nuestra labor educativa se basa en un interés por hacer que nuestros alumnos sean dueños de sus propias acciones, tanto autores y creadores de las acciones propias, como responsables de lo que generan.
Destaca también la presencia esencial del docente, no solo como otro compañero o facilitador del aprendizaje, sino como alguien que, en términos más generales, tiene algo que aportar a la situación educativa que no estaba allí antes. Enseñar no es una cuestión de seguir fórmulas sino que requiere, en definitiva, docentes que puedan hacer juicios situacionales sabios sobre lo que es pedagógicamente deseable.
Y se muestra a favor de una pedagogía del acontecimiento, que favorezca la existencia por encima de la esencia, la fragilidad por encima de la fuerza, la praxis por encima de la poiesis, dispuesta a asumir el hermoso riesgo de educar. La educación siempre implica un riesgo porque no se puede ver a los alumnos como objetos para ser moldeados o disciplinados, sino como sujetos de acción y responsabilidad.
En palabras de Félix García Moriyón, autor del prólogo del libro «Si algo queda claro a lo largo de la lectura es precisamente el hecho de que la educación es una tarea arriesgada». «Quizá el mensaje central del libro consiste en reivindicar la tarea educativa, el papel de las personas que aquí en España llamamos “maestro”, una palabra con resonancias más ricas y positivas que la de profesor, aunque próxima a la versión coloquial que emplean muchos alumnos cuando nos llaman “profe”».
«Esta tarea educativa, este trabajo de enseñar, implica ir algo más allá del profesor compañero o facilitador. Y es esta especial trascendencia, este reconocimiento de que la enseñanza implica siempre algo que le viene de fuera al educando, es lo que Gert Biesta considera fundamental y reivindica en unos momentos en que parece correr peligro».
Algunos contenidos claves
- La educación, un acto creativo
La enseñanza ha de ser más que solo la facilitación del aprendizaje o la creación de entornos de aprendizaje, por lo que debe conllevar la idea de la trascendencia. Pero los docentes no pueden nunca controlar completamente el “impacto” de sus actividades sobre los alumnos. - El papel esencial del docente
Los docentes no son recursos desechables y prescindibles para el aprendizaje, sino que tienen algo que dar, no rehúyen las preguntas difíciles y las verdades incómodas, y trabajan activa y coherentemente en la distinción entre lo que es deseado y lo que es deseable para explorar qué es lo que debe tener autoridad en nuestras vidas. Y no es solo una cuestión a nivel de los alumnos individuales y sus deseos, sino que tiene que ver también con el papel público del profesor. - Interés político en la formación del profesorado
En los últimos años, el interés de los responsables políticos por la formación del profesorado ha ido en aumento. Se podría considerar como algo positivo, la expresión de una preocupación real por la calidad de la educación. Pero también se podría interpretar de manera más negativa, observando que, ahora que los Gobiernos de muchos países han conseguido un firme dominio de los centros educativos mediante una combinación de ordenación del currículo, las pruebas, la inspección, la evaluación y las clasificaciones estadísticas, están tornando su atención a la formación del profesorado para establecer un control total del sistema educativo. - La importancia de las competencias docentes
Un docente que posea todas las competencias que requiere un educador pero que sea incapaz de juzgar qué competencia hay que desplegar y cuándo, es un docente inútil. Los juicios acerca de qué hay que hacer siempre tienen que realizarse en relación con los propósitos de la educación. ¿Cómo podemos ser una persona sabia en términos educativos? Dicha sabiduría es especialmente importante para captar que nuestras acciones educativas nunca son solo una repetición de lo que ha ocurrido en el pasado sino que están siempre radicalmente abiertas a la llegada al mundo de sujetos libres, no en la producción de objetos dóciles. Para esto no necesitamos una pedagogía de causa y efecto. Más bien necesitamos una pedagogía del acontecimiento.
Sobre al autor
Gert J. J. Biesta es Doctor en Filosofía, profesor en el Departamento de Educación de la Universidad Brunel, de Londres, Inglaterra, y profesor visitante de la Universidad NLA, en Bergen, Noruega. Desde 2015, forma parte del Consejo de Educación de Holanda, su país natal. Su trabajo se centra en la teoría y filosofía de la investigación educativa y social, por lo que muchos de sus artículos y libros ofrecen interesantes reflexiones sobre la educación.
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