Por Javier Bernabeu, editor de matemáticas de SM.

 

Es posible enseñar cualquier cosa a un niño siempre que se haga en su propio lenguaje.

Araujo y Chadwick

 

Me declaro fan de mi hijo Lucas. Tiene 5 años y desborda creatividad e ingenio por todos los poros de su cuerpo. Vive todo con tal intensidad que, a veces, agota pero es tan rico escucharlo que no paro de aprender y quedarme boquiabierto con muchos de sus razonamientos.

A veces me recuerda a Sinchán, ese personajillo japonés de dibujos animados que dice las palabras a su manera y que, cuando la madre lo corrige, comenta con cierta displicencia: “Sí, también puede decirse así”.

Nosotros siempre hemos hablado a Lucas sin utilizar “palabroides” como tete, para referirnos al chupete, o chicha, para referirnos a la carne, u otras muchas cosas que muchos padres utilizan… No, nosotros hemos utilizado las palabras tal y como suenan y le hemos hablado sin abusar de diminutivos y de tonos extraños.

El caso es que él tiene un buen vocabulario pero muchas de las palabras y expresiones las adapta a sus necesidades. ¿Qué necesidades? Lucas necesita dotar de significado a las palabras que utiliza. De modo que, en muchos casos, realiza pequeñas modificaciones que le permiten comprender mejor.

Aprender matemáticas también tiene cierta relación con el aprendizaje de una lengua. ¿Y si dejamos que el niño nos cuente sus hallazgos matemáticos, a su manera? Estos son varios ejemplos que demuestran hasta qué punto Lucas busca lógica matemática en algunos contextos de su vida diaria.

¡Mira, un altobús!
Como otros muchos niños, Lucas se quedaba admirado por el tamaño de los autobuses y, cuando comenzó a emitir sonidos inteligibles que se asociaban a palabras, no dudó en decir cosas como “¡Mira, un ALTOBÚS!”. Claramente se fijaba en la dimensión de altura porque si no habría dicho “LARGOBÚS”.

Sí cabe, hay espacio libre
El manejo que tiene del móvil, la tableta y otros dispositivos es espectacular como los niños de esta generación. Pero claro, hay algunos conceptos que aún no controla, como que los dispositivos tienen capacidad finita de almacenamiento, y ocurren cosas como esta:
Papá, ¿me instalas un juego de Sonic?
– Lo siento Lucas, no me cabe ni un juego más.
– Sí mira, ahí cabe. (señalando un huequito de la pantalla en el que cabe otro icono más)

La camiseta anterior
La última palabra modificada por Lucas para comprender mejor la ha dicho hoy, y me ha enamorado por completo:
– Lucas, ponte camiseta interior que hace frío.
– ¡Papá, dirás camiseta ANTERIOR!
– ¿Y eso?
– ¡Pues porque se pone ANTES!

Cuando le digo (menos de lo que debería): “Lucas, todos somos únicos y especiales” me suele poner una cara en plan “papá, no te entiendo”, pero no dice nada.

Yo creo que es porque, inmediatamente, se imagina a sí mismo flotando con traje “ESPECIAL” en el ESPACIO EXTERIOR… Eso sí, como allí arriba hace frío tiene que llevar su camiseta ANTERIOR.

En esos momentos, Lucas, sin darse cuenta, estableció razonamientos relacionados con el ancho y el largo de un objeto, el espacio físico vacío o lleno, la percepción del tiempo anterior y posterior, demostrando así que para un niño es posible llegar a intuiciones matemáticas de forma espontánea. Dejemos que los niños hablen en su idioma, prestemos atención y observemos cómo establecen relaciones lógicas. Luego podemos poner nombre a sus hallazgos y abordar conceptos matemáticos de una manera más cercana.

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