Las lecturas nos deparan experiencias curiosas. Cuando leí las principales obras de Lévi-Strauus, me interesaba sobre todo el tema de la libertad, y me irritaba su empeño en afirmar que el sujeto, «ese insoportable niño caprichoso que ha ocupado tanto tiempo la escena filosófica», debía perder importancia. Según él, eran las estructuras quienes tienen la voz cantante y deben por ello ser estudiadas prioritariamente. No es un autor quien inventa los mitos de una cultura, sino una estructura mitológica previa la que hace que en todas las culturas haya mitos iguales. Eran los momentos en que se hablaba de la «muerte del sujeto». Un grafitti decía: «Dios ha muerto, el sujeto ha muerto, y yo no me encuentro nada bien». A mí me interesaba en cambio destacar el aspecto creador de la inteligencia humana, y ese intento de rebajar el protagonismo del individuo en aras de una especie de inconsciente social, me parecía peligroso. Pasaron los años, y ahora lo que me interesa es averiguar los mecanismos de la inteligencia social, para saber cómo podemos evitar que se encanalle, cómo podemos conseguir que de ella emerjan creaciones ascendentes. Y he vuelto a leer a Lévi-Strauss, pero de otra manera. Eso es lo que tienen los genios: permiten viajes diferentes por su obra.
La inteligencia social pierde uno de sus puntales
- Cultura del pensamiento
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