Tenemos la oportunidad de frenar la historia de analfabetismo emocional que viene repitiéndose generación tras generación.

Pensemos en la siguiente frase de Antonio Blay:
…………….
¿Cierto, no? Todos hemos podido comprobar la dificultad que tenemos hoy día como adultos para conseguir cambiar y mejorar ciertos “malos hábitos” de comportamiento o pensamientos erróneos que dificultan nuestro propio bienestar y nuestras relaciones con los demás.

La mayoría de nosotros no fuimos en nuestra infancia alumnos de la educación emocional. En este sentido, hemos ido creciendo de forma más o menos “asilvestrada”, lo que ha provocado ciertas carencias en nuestro desarrollo emocional.

Esto hace aún más evidente la necesidad de ayudar a nuestros hijos desde pequeños a identificar sus sentimientos y a manejarlos adecuadamente.

La familia, pilar esencial

Como padres y madres, es necesario admitir que la base de la educación emocional se forma dentro de la familia y no únicamente desde la escuela.

Tenemos que saber dar la vuelta a lo que a veces vivimos como una carga, para darnos cuenta de la maravillosa labor que tenemos como padres y madres de educar a nuestros hijos y hacerlos crecer como seres humanos.

Para ellos posiblemente seamos los referentes más importantes en sus vidas o, al menos, sí lo seremos durante muchos años.

¿Qué huella queremos dejar en ellos?

Aprender para enseñar

Nuestros hijos merecen que acojamos esta gran responsabilidad con ilusión y con muchas, muchísimas ganas de hacerlo tan bien como seamos capaces.

¿Cómo demostrarlo? Si partimos de personas adultas en su sano juicio, parece incuestionable que cualquier padre y cualquier madre educa a sus hijos lo mejor que puede y lo mejor que sabe, ¿o no?

Quizá la forma de actuar no sea la mejor, pero nadie educa mal expresamente. Sencillamente, no sabemos hacerlo de otra manera.

Esta idea puede ayudarnos a entender la educación recibida de nuestros propios padres en el caso de que creamos que no fue la más deseable o recomendable.

¿Lo hicieron mal expresamente? Seguramente, no.

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