Conocer qué motiva a nuestros hijos nos ayudará a entenderlos y a educarlos desde la emoción.
Lo que realmente mueve al mundo son las emociones. Si pensamos en el origen de la palabra emoción, descubrimos que viene del latín ex-movere (ex- significa ‘fuera’ y movere significa ‘mover’).
Por tanto, emoción es “aquello que nos mueve”. Curiosamente, emoción comparte origen con otra palabra esencial: motivación.
¿Y si algo no “emociona” a nuestros hijos?
¿Qué pasa con los niños que tienen que ponerse a hacer deberes de una asignatura que no les agrada? ¿Qué hacen? Hay dos opciones muy probables:
z Se aburren y pierden el tiempo “pensando en las musarañas”.
z Buscan a su alrededor algo que les interese más: la videoconsola, ver la televisión, ponerse a jugar… o pelearse con sus hermanos.
Lo mismo ocurre con el resto de actividades. ¿En cuáles tu hijo es proactivo y no hace falta que le digas lo que tiene que hacer? ¿En cuáles se convierte en un niño perezoso y siempre acaba por no tener tiempo para terminarlas?
Para motivar a nuestros hijos debemos detectar qué les “mueve”, qué les emociona.
Conociendo qué motiva a nuestros hijos podremos planear estrategias para hacer más atractivas las actividades que les resultan aburridas o demasiado complicadas.
¿Desde qué emoción te relacionas con tus hijos?
Esta pregunta, quizá difícil de entender a primera vista, da respuesta al porqué de las relaciones que establecemos con nuestros hijos.
> Desde el amor
Si yo me relaciono con mi hijo desde la emoción del amor, cualquier cosa que tenga que ver con él atravesará una especie de filtro que provocará que todo quede distorsionado, siempre en positivo, por esta emoción.
Por ejemplo, si el profesor me explica que mi hijo se porta mal en clase, me costara creerlo o, en cualquier caso, voy a disculpar su comportamiento.
> Desde la rabia
Por el contrario, si me relaciono con mi hijo desde la emoción de la rabia o el enojo, cualquier información va a ser considerada en negativo.
Debemos evitar ser demasiado permisivos, ignorando los comportamientos inadecuados de nuestros hijos.
Por otro lado, ser extremadamente duros con ellos, ensañándonos con cada conducta negativa puede bloquearlos y desmotivarlos.
Si nuestra reacción ante las informaciones que nos llegan son generalmente negativas, nuestros hijos difícilmente se sentirán motivados para mejorar o confiar en sus posibilidades.
Sin embargo, si ven que reaccionamos de forma ajustada, será más fácil que encuentren la motivación necesaria para enfrentarse a las distintas situaciones.
¿Crees que tus emociones “motivan” a tu hijo?
Plan de trabajo para aprender a educar emocionalmente a nuestros hijos