Dialogar con nuestros hijos es uno de los actos más generosos que podemos ofrecerles y la mejor estrategia para hacerles crecer con una sana autoestima.
El dicho popular dice “hablando se entiende la gente”… y quizá nos podamos cuestionar qué pasaría si realmente fuera así al cien por cien. Probablemente, el resultado sería un conjunto de individuos “monologando” en grupo.
Para garantizar la buena comunicación, sería más adecuada la expresión “dialogando se entiende la gente”. Esta idea es perfectamente aplicable al ámbito familiar.
Muchas veces, es más importante el hecho de que se sientan escuchados que el contenido en sí de lo que nos están contando. Pensemos en cómo nos hanhecho sentir las personas que verdaderamente nos han prestado atención.
Escuchar no es lo mismo que oír
Si estás preparando la cena en la cocina y tu hijo necesita hablar contigo de algo importante, no intentes ser una “mujer orquesta” o un “hombre orquesta” y hacer ambas cosas a la vez porque, cuando lo haces, el mensaje que transmites es:
“Es tan importante la tortilla de patatas que estoy cocinando como lo que me estás contando”.
¿Qué hacer?
Es mejor decirle a tu hijo que no puedes hablar; que prefieres acabar lo que estás haciendo y dedicarle toda tu atención después, sin interrupciones ni distracciones.
Tan sencillo como esto: pedir tiempo, como en los partidos de baloncesto.
Hay que buscar un lugar adecuado para dialogar con nuestros hijos y dedicarles el tiempo necesario. Si se sienten escuchados y les prestamos atención, les haremos sentir valiosos y fomentaremos su confianza en nosotros.