Ana es pintora. A su hija Sara le gusta utilizar sus pinturas para hacer los trabajos de clase. A Ana no le importa y lo único que le pide es que, cuando termine de pintar, limpie los pinceles, tape las pinturas y guarde todo en su sitio. Sin embargo, Sara no parece tenerlo en cuenta.
Cuando la madre de Sara encontró sobre la mesa pinceles sucios y secos, ¿qué hizo?
1. Expresó sus sentimientos y sus razones con rotundidad:
– Sara, me molesta que te deje mis cosas y no las limpies ni las recojas.
2. Dejó claras sus expectativas:
– Cuando te dejo mis pinturas y pinceles, quiero que los guardes limpios en su sitio para que puedan usarse de nuevo.
Si a pesar de todo, los “olvidos” se repitieran, ¿qué podría hacer Ana?
3. Poner condiciones y advertencias:
– A partir de ahora, si quieres utilizar las pinturas y los pinceles, tendrás que pedirme permiso y devolvérmelos en buen estado, o no te los volveré a dejar.
4. Poner en práctica lo prometido:
– Lo siento, pero necesito saber que las pinturas y los pinceles estarán en condiciones la próxima vez que tenga que usarlos y, de momento, la única manera de asegurarme es que solamente los utilice yo.