Comprender por qué y cómo se produce el miedo nos ayudará a solucionar situaciones relacionadas con los temores de nuestros hijos.
Lo primero que debemos comprender es cómo reacciona el cuerpo ante situaciones que provocan miedo. Así entenderemos ciertos malestares físicos que padecen los niños cuando sienten temor.
En la prehistoria, cuando el hombre que salía a cazar se encontraba en una situación peligrosa, escapar del peligro era lo más estratégico para salvar su vida.
Para escapar, ¿qué partes del cuerpo nos pueden resultar más útiles? Sin duda alguna, las piernas y los brazos.
El cuerpo lleva la sangre a estas partes. ¿Para qué necesitamos sangre en la cara? ¡Para nada! Por eso empalidecemos.
¿Para qué necesitamos sangre en el estómago? ¡Para nada! Por eso aparecen las famosas “mariposas” en el estómago.
Otra necesidad es la de sentirnos ligeros para correr más rápido. Por eso, perdemos el apetito, si tenemos el estómago lleno, es posible que sintamos náuseas. Esto explica los “dolores de tripa” de los niños.
El miedo es positivo cuando nos hace ser prudentes. La ausencia de miedo nos convertiría en personas temerarias que no asumen las consecuencias de sus actos.
Ante situaciones en las que nuestros hijos sienten miedo, lo más aconsejable no es rechazar el sentimiento, sino hacerles sentir protegidos y ayudarles a superar o solucionar la situación que les produce temor.