El papel del docente ha pasado por muchos y variados roles. Esto, que como fruto de la evolución de la vida misma no debe sorprendernos, da lugar, sin embargo, a la desorientación o, más aún, a la desubicación de algunos profesionales en activo.
Todos recordamos el talante autoritario que, en general, reinaba antaño en las aulas. El profesor, desde su tarima y acompañado, probablemente, de une regla o vara de avellano lograba el silencio, el respeto y el orden que se valoraban como conductas adecuadas para el aprendizaje. Este profesor hablaba y hablaba; representaba la fuente del saber que debía ser absorbido por cada alumno. Era juez; su poder decidía quién era tonto o listo; vago o trabajador; buen o mal alumno, e incluso persona.
La Escuela Nueva nos aportó un cambio sustancial. «El protagonista del proceso Enseñanza-Aprendizaje debe ser el alumno», decía. ¿Se logró este cambio? Hoy, ahondando en esa visión proclamamos que al profesor le corresponde una función de mediador entre los alumnos y su aprendizaje; de coach o asesor personal. ¿Estamos preparados para abolir totalmente el modelo de la tarima, la autoridad centrada en el profesor y la transmisión oral unívoca de contenidos?
A cada cual le corresponde gestionar su propia evolución. Propongo una serie de reflexiones respecto a la figura que puede encarnar un docente en el aula. En unos casos se acercará a la figura de un instructor o juez, en otros a la de un verdadero educador. En todo caso, esta profesión no es fácil y cada día toca dar un pequeño paso en la dirección adecuada. Pensemos:
1. ¿Pesa más en mi evaluación el proceso de aprendizaje y el esfuerzo de un alumno, o sus resultados puntuales de los exámenes?
2. ¿Ejerzo una labor cercana y cariñosa con cada alumno, ayudando a su progreso personal, o prefiero marcar una clara distancia?
3. ¿Emito mis comentarios a los alumnos en privado o en público?
4. ¿Guío al alumno que más me necesita, dándole oportunidades para mejorar?
5. ¿Entiendo que tanto el progreso como el fracaso de cada alumno es también responsabilidad mía y actúo en consecuencia?
6. ¿Valoro el error como parte necesaria del proceso de aprendizaje o le adjudico puntos negativos para la nota?
Según las necesidades del s XXI podemos asegurar con contundencia que los docentes-instructores-juez han errado su camino. Los docentes-educadores acompañan a cada alumno y le ayudan a sacar lo mejor de sí mismo, para su propio bien, pero también el de toda la sociedad. Sin duda, eso se les nota a los profesores cada día cuando entran por la puerta en el brillo de sus ojos y la sonrisa de su cara.