De cómo aprenda un niño a solucionar los conflictos en su casa, dependerá en gran medida la manera en que los afronte en el colegio.
La palabra conflicto viene acompañada de una connotación negativa que nos predispone a buscar desesperadamente la forma de eliminar los problemas de nuestra vida. Resultado: un fracaso.
¿Por qué? Sencillamente, porque el conflicto es inherente al ser humano.
Las personas somos diferentes, tenemos pensamientos y sentimientos diversos e interpretamos el mundo de manera distinta; ¿cómo pretender eliminar los conflictos teniendo en cuenta estas diferencias?
El conflicto es un aviso; es una especie de alarma que nos dice que algo no va bien, que hay aspectos que revisar y mejorar.
Si ante esta señal, lo que hacemos es huir o negarla, el conflicto permanecerá, con el peligro de que empeore y cueste más solucionarlo. El problema no es que tengamos conflictos, la clave está en cómo los afrontamos.
Sospechosa es la familia donde aparentemente nunca pasa nada, donde nadie discute (tendríamos que ver cómo transcurren “las aguas subterráneas”…).
Nuestro objetivo no es eliminar los conflictos, sino prevenirlos y, si ya han surgido, resolverlos de forma eficaz.
Tenemos que intentar ser capaces de transmitir esta idea a nuestros hijos. A lo largo de su vida tendrán que enfrentarse inevitablemente a diversas situaciones problemáticas.
Para que el día de mañana sean adultos competentes desde el punto de vista emocional, debemos ayudarles a afrontar los conflictos, evitando reacciones de huida, violencia o negación.