El reconocimiento amoroso es una necesidad imperiosa. Tanto es así, que el niño que no lo reciba, quizá recurra a conductas violentas para conseguirlo.
Casi siempre hay un componente de naturaleza emocional detrás de los comportamientos agresivos.
La conducta violenta puede ser una manera de expresar necesidades que los niños no saben manifestar de otra manera. La mayor parte de las veces, es un grito que significa “¡queredme!”.
Para el niño con carencia afectiva, el castigo o la reprimenda no serán comparables con la atención que puede recibir de sus padres. Aunque la reacción de los padres sea negativa, siempre será mucho mejor que la indiferencia.
Ponte en su lugar
Por ejemplo, si un niño pega a un compañero de su clase porque, sin querer, le ha estropeado un juguete, primero debemos ponerlo en su lugar y darle a entender que es normal que se sienta así:
Carlos, comprendo que estés muy enfadado; yo también lo estaría si me hubiera pasado a mí…
Una vez justificados sus sentimientos, ya podemos hacer referencia a su conducta negativa:
…pero no está bien que pegues a Luis; lo ha hecho sin querer.
Si solo reñimos al niño por su conducta se sentirá víctima por partida doble: primero, porque le han estropeado el juguete; y segundo, porque además le hemos reñido.
Por tanto, para canalizar las conductas agresivas, ¡no nos centremos solo en los hechos y seamos sensibles a las emociones!