Para analizar cómo reaccionamos ante los conflictos con nuestros hijos, podríamos preguntarnos “¿Qué prefiero, tener razón, ser feliz o ser justo?”
Tener razón a toda costa
Imagínate que regalas a tu hija unos pendientes y te pide permiso para ponérselos para ir al colegio. No quieres porque tienes miedo de que los pierda y le dices:
–Ni hablar, Sonia. Hoy tienes Educación Física y seguro que los perderías en el vestuario.
Sonia es muy insistente y, finalmente, logra convencerte. Por la tarde, cuando vas a recogerla, en lo primero que te fijas es en si lleva los pendientes y, efectivamente… ¡le falta uno! Tú, sin demora, te apresuras a replicar en voz alta:
-¡Lo ves, ya te lo decía!
En situaciones como esta es comprensible que nos enfademos. Sin embargo, en lugar de acusar y reñir directamente, deberíamos esperar hasta que estuviéramos lo suficientemente tranquilos para hablar.
¿Ser feliz?
Pedro es padre de dos hijos. Llega tarde a casa y, cuando llega, lo último que le apetece es discutir con ellos. Como solo quiere estar bien con los dos, jamás los riñe y les permite hacer lo que quieren.
¿Qué consecuencias tendrá este tipo de educación cuando los niños lleguen a la adolescencia?
Hay que tener cuidado si “ser feliz” se traduce en evitar los conflictos a toda costa.