La filosofía es un saber con plena vigencia, al abordar cuestiones de máxima actualidad cuyo análisis resulta imprescindible para la vida en democracia. Los artículos de J. A. Marina que ofrecemos a partir de hoy fueron originalmente escritos y publicados en La Vanguardia, periódico de tirada nacional, lo que puede servir de prueba del interés y relevancia que los asuntos filosóficos poseen para el gran público.
Hoy he tomado una decisión. He decidido coger por los cuernos a un toro que desde hace muchos años corretea por el campo de mis preocupaciones. Me refiero al papel que el inconsciente tiene en nuestra vida. No se trata de un tema freudiano, sino de algo mucho más antiguo y más amplio. Lo que sentimos y pensamos procede de una miseriosa maquinaria –nuestro cerebro- que no sabemos cómo funciona. ¿Por qué se me ocurren unas cosas y no otras? ¿Por qué tengo deseos que no quiero tener, sentimientos que me inquietan, pensamientos que me torturan? ¿Por qué quiero ser elocuente, pero no se me ocurre nada?
Rimbaud escribió un verso misterioso: Je est un autre. “Yo es otro”. La incoherencia sintáctica revela una incoherencia íntima. Yo soy alguien que está dentro de mí, que es fuente de ocurrencias que son mías, sin duda, pero de las que no soy responsable. San Bernardo, el último Padre de la Iglesia, un formidable escritor, criticable filósofo, y feroz hombre de iglesia, escribió en el siglo XII: “Cada día y cada noche leemos y cantamos las palabras de los profetas y de los evangelios. ¿De dónde saltan tantos pensamientos vanos, nocivos, obscenos, que nos torturan por la impureza, el orgullo, la ambición y cualesquiera otras pasiones, hasta el punto de que apenas podemos respirar en la serenidad de sublimes consideraciones?” Al buen abad le preocupaba no saber qué hacer con esas imágenes que invadían su conciencia mientras rezaba.
Les propongo dos experimentos elementales.
Experimento 1.- Cierren los ojos e intenten no pensar en nada. Comprobarán que a los pocos segundos, algún pensamiento, recuerdo, palabra, habrá saltado a su conciencia. ¿De dónde vienen? ¿Quién las ha producido?
Experimento 2.- Respondan rápidamente a esta pregunta: ¿Han estado en Australia? Con toda seguridad la habrán contestado sin ningún problema. Y habrán tardado en hacerlo unos 200 milisegundos. ¿Pueden decirme qué han hecho? Su cerebro lo ha hecho, sin que los psicólogos o los neurólogos o usted mismo conozcan su modo de proceder. Para que un ordenador hiciera algo parecido, tendríamos que darle una relación de todos los lugares donde usted ha estado, le introduciríamos después la palabra Australia, una orden de comparación, y al final el ordenador nos diría si usted ha estado o no en Australia. ¿Hacemos nosotros algo parecido en esos 200 milisegundos? No lo sabemos.
Platón decía que el fin de la educación es hacer que deseemos lo deseable, es decir, lo bueno. Pero mis deseos vienen de esa zona desconocida de mí mismo. La conclusión es inevitable: educar es, ante todo, construir el inconsciente. Dicho en términos fisiológicos: ayudar a que una persona construya su cerebro para que tenga ocurrencias óptimas.
¿Sienten ustedes el mismo desasosiego que yo? Les dije al principio que he decidido no postergar el enfrentamiento con este problema. Me propongo que sean ustedes testigos de cómo lo hago, a sabiendas de que no sé si triunfaré o si haré el más espantoso de los ridículos. Como lector, me hubiera gustado asistir “en directo” a una investigación científica. Me anima la esperanza de que les suceda lo mismo. Así pues, continuará…