Aunque no existen patrones familiares comunes a todos los niños es incuestionable que la intervención de la familia influye en la autoestima de los hijos.
Autoestima: herencia + aprendizaje
La autoestima tiene una parte innata determinada genéticamente y una parte aprendida a través de la educación y del trato recibido en el entorno.
Es desde esta última parte, la posibilidad de educar desde el entorno, desde donde podemos trabajar para potenciar la autoestima de nuestros hijos. En cuanto a la parte innata, se trata de aceptarles tal como son, sin pretender que sean distintos.
Debemos potenciar sus cualidades innatas e intentar modificar los aspectos negativos de su carácter a través de la educación.
Del niño ideal a nuestro hijo
Es inevitable que, en el momento de tener un hijo, cada madre y cada padre proyecten su idea de “niño o niña ideal”.
A veces la realidad dista mucho de aquel sueño inicial y, si caemos en la comparación, pueden aparecer las temidas frustraciones. Cuanto mayor es el hijo, más acentuada puede ser esa desilusión, puesto que va disminuyendo nuestra capacidad de influencia.
La adolescencia es el período de máximo desengaño si no se ha producido adecuadamente el proceso de aceptación del hijo o la hija tal como es. ¿Cómo evitarlo?
Metafóricamente hablando, podríamos resumirlo diciendo: Si en casa tenemos un naranjo… no esperemos obtener limones.
En todo caso, se trata de disfrutar de las naranjas que nos brinda ese árbol.